Hace algunas semanas apareció un gato muerto con sus
genitales extirpados con precisión quirúrgica en los límites del Barrio del
Sapo. Se desconoce si el felino pertenecía a alguien de la zona o si era lo que
vulgarmente se denomina un gato arrabalero. Pero lo que no se puede pasar por
alto es la extrañeza del caso: solamente faltaban los testículos del animal, no
mostraba indicios de haber luchado y en el sitio no había rastros de sangre. Al
ser consultados por el hecho, algunos vecinos y veterinarios de la ciudad
mencionaron que el ataque fue propinado por perros callejeros. Los barrenderos
juntaron los restos del félido y lo desecharon sin ningún tipo de reparo,
privando a los científicos de un material invaluable en el estudio de los
misterios del cosmos (sin embargo, un vecino dice tener pruebas en su poder). En este punto hay que mencionar la inoperancia de la
municipalidad que no logró conservar el cadáver para posteriores estudios. La
controversia entre vecinos que intentan explicarlo todo desde la experiencia
vulgar y otros que buscan una respuesta más avanzada en términos científico-cósmicos
no tardó en surgir. Pero más allá de los debates, nadie puede negar que
visitantes de otros planetas están merodeando con mayor frecuencia por
nuestros pagos.
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